lunes, 3 de diciembre de 2012

Otro Amanecer


OTRO  AMANECER

(James Dillet Freeman)

 

      Al enfrentar la pérdida de alguien a quien amamos, nuestro corazón llora en medio de su soledad, y no se consuela con simples palabras. Nuestro corazón nos dice que hemos sido creados para vivir, no para morir. Hemos sido creados para expresar vida, cada vez más. Cuando alguien falta a esto, nos preguntamos, ¿por qué?

      Para entender el significado de la muerte, debemos comprender primero el significado de la vida. Al contemplar la vida, vemos que todas las cosas cambian, pero aunque cambian, ninguna perece.

      Si esto es cierto en el mundo de las cosas, ¡cuánto más cierto será en el mundo de la mente! El alma está hecha de una substancia que le es propia, no menos permanente por ser inmaterial, ni menos real por ser invisible. No podemos medirla con un calibrador o pesarla en una balanza ni tocarla con los dedos o verla con los ojos. Pero está ahí, sustancial, real. Cambia pero no perece.

      La vida no comienza con el nacimiento ni termina con la muerte. La vida es un proceso y progreso eternos. Esta forma visible, esta voz audible, este agregado de órganos, esta red de ideas –somos más que eso. Éstas son las circunstancias visibles. Somos expresión del espíritu de vida.

      Si te pasas a la orilla del mar en la noche, podrás oír el ruido de las olas. Podrás verlas emblanquecer y romperse en las rocas. Pero el mar mismo –vasto, imponderable, extraño y profundo– no podrás verlo. La ola se rompe en las rocas y se va, y lo que queda tras ella es una línea de espuma que se desvanece. Sin embargo, el mar es más que la espuma que se desvanece en las rocas, es más que la ola en la que toma forma por un momento. Cuando ola y espuma se han ido, el mar vuelve a plasmarse en otra ola que se arroja de nuevo en forma de espuma sobre otra roca.

      Tú eres como el mar que toma la forma de una ola. La ola desaparecerá, pero tú no. Tú tomarás la forma de infinitas olas. Tú eres la expresión de la vida infinita, siempre renovándose y desarrollándose.

      La eternidad no es una alteración de vida y muerte. Sólo hay vida. La verdad es que no podemos morir. La vida es energía. La vida es expresión. No puede cesar porque es eterna. Podemos cambiar de forma y desaparecer de vista, pero no podemos dejar de ser, ni siquiera por un momento. No podemos ser separados de la vida ni ser menos que ella.

      La vida es un camino que serpentea entre las montañas del tiempo. En cada recodo desaparece un viejo paisaje, para dar lugar a uno nuevo. La vida es un peregrinaje, un pasadizo a través de la eternidad, un viaje a lo desconocido. Las personas son como pasajeros en un viaje.

      Algunos pasean rápidamente, más allá del recodo del camino que los oculta de la vista. Algunos caminan a nuestro lado todo el tiempo. Algunos parecen deslizarse lentamente y otros pasan rápidamente. Pero la vida no puede medirse en términos de tiempo, sino sólo viviéndola.

      Cuando una persona muere, no cesa de ser; solamente pasa más allá de nuestra vista humana.

      Hay una unidad más allá de las unidades de tiempo y lugar y aun de pensamiento; una unidad que nos vincula como un solo ente, del mismo modo en que todas las olas son un solo mar y todas las islas una sola tierra. Nos une el amor a nuestros amigos aunque ellos estén en el otro extremo de la tierra. Del mismo modo, aquellos que amamos pueden pasar más allá del alcance de nuestras manos, pero no del alcance de nuestros corazones.

      ¿Por qué tememos a la muerte? Porque tememos a lo desconocido. Sin embargo, ¿no es cada nuevo día una aventura en lo desconocido? Lo que hay exactamente al otro lado de la muerte, no lo sabemos. Pero podemos estar seguros de que es vida. La vida está del otro lado de la muerte como lo está de este lado.

      La muerte no es un mal. Ni tampoco es un bien. ¿Es el pasar una página algo bueno o malo? ¿Es la pausa entre dos notas musicales buena o mala? ¿Es el abrir una puerta bueno o malo? La muerte es un accidente. Es parte de la vida, como el sueño y el anochecer. El sueño da paso al despertar, la noche al día, y así la muerte no es más que el paso de una vida a otra.

      La muerte es una puerta a través de la cual pasamos de una habitación a otra. Es la pausa entre dos notas en una sinfonía inconclusa. Es una página que pasamos para entrar en un nuevo capítulo del libro de la vida.

      No es el fin, es un nuevo comienzo. No es el anochecer, es otro amanecer.

      No sabemos qué ocurrirá cuando atravesemos la puerta. Sin embargo, podemos confiar en el Guardián del Infinito. La vida es el trabajo de una grandiosa y bondadosa inteligencia, que tiene un orden y un significado más allá de nuestra visión. ¿Quién de nosotros pudo haber planeado un átomo o una estrella? ¿Quién pudo haber planeado la Tierra, las estaciones, el delicado equilibrio de energías que permite que exista vida? ¿Qué científico pudo haber formado el cuerpo humano? ¿Qué filósofo pudo haber pensado en las leyes que gobiernan la mente y el espacio? ¿Qué poeta pudo haber imaginado el amor y la admiración?

      Podemos confiar en la inteligencia que creó el mundo. No fuimos creados para morir, para el fracaso o el dolor. Fuimos creados para vivir gloriosamente. Somos hijos del Infinito. Tenemos un destino divino y avanzamos hacia ese destino.

      Venimos del infinito y vamos hacia el infinito. Pero estamos destinados a ir hacia arriba. Hemos surgido a través de una eternidad de experiencias. Subiremos aún más alto.

      Ahora vivimos en un mundo de luz y sombras, de vida y muerte. El sol que sale en la mañana parece desaparecer en la noche. Pero si pudiéramos ascender fuera de la sombra de la Tierra, veríamos que el sol no desaparece realmente, sino que siempre brilla en los cielos. Tampoco el sol de la vida desaparece; si pudiéramos elevarnos lo suficientemente alto, veríamos que la vida es un proceso continuo y que la muerte no es sino la sombra arrojada por el pensar terrenal.

      Éste es uno de los fines de la vida hacia el cual nos movemos: elevarnos al lugar en que no sólo veremos ni la apariencia de la muerte, sino que, en nuestra naturaleza espiritual, seremos ataviados con la luz de la vida por toda la eternidad con un cuerpo que se autorenueva y una mente que no deja de desarrollarse. Entonces la muerte será vencida.

      Aunque ahora las apariencias de todas las cosas cambian, las leyes que rigen el mundo, la comprensión del amor, la sabiduría del corazón, el poder de la fe, de la belleza y de la verdad, no cambian. Más allá de nuestro día y nuestra noche, de nuestro flujo y reflujo, de nuestro si y no, de nuestro bien y nuestro mal, lo Eterno es siempre igual.

      No temamos. Somos marinos en el mar de la eternidad, pasajeros de la vida, y estamos bien acompañados en este viaje. Naveguemos con fe. Más allá de la oscuridad... ¡mira, es otro amanecer! ÿ

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