domingo, 19 de mayo de 2013

Amanecer 2° Parte


La muerte es una puerta a través de la cual pasamos de una habitación a otra. Es la pausa entre dos notas en una sinfonía inconclusa. Es una página que pasamos para entrar en un nuevo capítulo del libro de la vida.

      No es el fin, es un nuevo comienzo. No es el anochecer, es otro amanecer.

      No sabemos qué ocurrirá cuando atravesemos la puerta. Sin embargo, podemos confiar en el Guardián del Infinito. La vida es el trabajo de una grandiosa y bondadosa inteligencia, que tiene un orden y un significado más allá de nuestra visión. ¿Quién de nosotros pudo haber planeado un átomo o una estrella? ¿Quién pudo haber planeado la Tierra, las estaciones, el delicado equilibrio de energías que permite que exista vida? ¿Qué científico pudo haber formado el cuerpo humano? ¿Qué filósofo pudo haber pensado en las leyes que gobiernan la mente y el espacio? ¿Qué poeta pudo haber imaginado el amor y la admiración?

      Podemos confiar en la inteligencia que creó el mundo. No fuimos creados para morir, para el fracaso o el dolor. Fuimos creados para vivir gloriosamente. Somos hijos del Infinito. Tenemos un destino divino y avanzamos hacia ese destino.

      Venimos del infinito y vamos hacia el infinito. Pero estamos destinados a ir hacia arriba. Hemos surgido a través de una eternidad de experiencias. Subiremos aún más alto.

      Ahora vivimos en un mundo de luz y sombras, de vida y muerte. El sol que sale en la mañana parece desaparecer en la noche. Pero si pudiéramos ascender fuera de la sombra de la Tierra, veríamos que el sol no desaparece realmente, sino que siempre brilla en los cielos. Tampoco el sol de la vida desaparece; si pudiéramos elevarnos lo suficientemente alto, veríamos que la vida es un proceso continuo y que la muerte no es sino la sombra arrojada por el pensar terrenal.

      Éste es uno de los fines de la vida hacia el cual nos movemos: elevarnos al lugar en que no sólo veremos ni la apariencia de la muerte, sino que, en nuestra naturaleza espiritual, seremos ataviados con la luz de la vida por toda la eternidad con un cuerpo que se autorenueva y una mente que no deja de desarrollarse. Entonces la muerte será vencida.

      Aunque ahora las apariencias de todas las cosas cambian, las leyes que rigen el mundo, la comprensión del amor, la sabiduría del corazón, el poder de la fe, de la belleza y de la verdad, no cambian. Más allá de nuestro día y nuestra noche, de nuestro flujo y reflujo, de nuestro si y no, de nuestro bien y nuestro mal, lo Eterno es siempre igual.

      No temamos. Somos marinos en el mar de la eternidad, pasajeros de la vida, y estamos bien acompañados en este viaje. Naveguemos con fe. Más allá de la oscuridad... ¡mira, es otro amanecer! ÿ

 

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