miércoles, 19 de junio de 2013

El Miedo al Rechazo


PERDÉ EL MIEDO AL RECHAZO

 

Todos, en cierta medida, nos preocupamos por caer bien a los demás. Pero cuando esa mirada externa comienza a condicionarnos, tendemos a aislarnos. Entérate de cómo enfrentarla.

 

A

 VECES, sin una explicación clara a la vista, la exposición social nos paraliza o nos impide actuar con total libertad. Podemos sentirnos muy nerviosos antes de una cita o una reunión, experimentar inseguridad a la hora de comunicar algo y llenarnos de pensamientos negativos sobre cómo será nuestra repercusión en otras personas. Estas sensaciones suelen ir de la mano de síntomas como el sonrojarnos, transpiración y sequedad en la boca, fuertes palpitaciones, sensaciones que nos amenazan y nos hacen sentir incómodos. En el fondo, lo que nos pasa es que tenemos miedo a ser rechazados. Nos asusta sentirnos despreciados por el entorno, porque creemos que necesitamos de la aprobación de los otros para sentirnos bien, lo que nos transforma en personas dependientes. Llegamos a perder nuestra propia identidad, por autocensurarnos y amoldarnos a los demás. Dejamos de mostrarnos tal cual somos, por temer que alguien desapruebe nuestra forma de ser, actuar y de pensar. Pero en realidad, ¿es eso lo que el mundo espera de nosotros? ¿Y qué sucede con lo que esperamos de nosotros mismos?

 

Así empieza

Este miedo inconsciente se puede desarrollar de diversas maneras y en distintos momentos de la vida. En general, puede deberse a los siguientes factores.

 

 *Desatención de los padres. Si en la infancia no nos sentimos protegidos por el núcleo familiar,  

    posiblemente no hayamos incorporados modelos que nos ayuden a ganar seguridad, confianza y  

    aceptación.

 *Experiencias traumáticas. Situaciones pasadas ligadas al rechazo, que quedaron sin resolver, como las

    burlas en el colegio o en el grupo de amigos, pueden hacernos sentir inferiores.

 *Aislamiento social. Si desde chicos crecimos en un ámbito alejado de las actividades que fomentan la

    interacción con los demás, podemos no hallarnos adaptados a las relaciones interpersonales.

 

Las consecuencias

Vivir tan pendientes del rechazo, la aceptación y de la mirada ajena nos hace actuar de forma poco espontánea. No nos permitimos sacar a relucir todo lo depositado en nuestro interior, porque pensamos que lo que tenemos para aportar es poco interesante. Así, llegamos a creer que seguir las tendencias que nos rodean nos va a hacer sentir mejor dentro del grupo con el cual queremos simpatizar. Por ejemplo, dejamos de expresar nuestras opiniones en especial si la mayoría las contradice; adoptamos de manera fácil conductas convencionales, incluso si no estamos de acuerdo con ellas.

También, con tal de configurar una buena imagen, podemos llegar a querer complacer desmedidamente a los demás, dejando de lado nuestros propios deseos. O sentirnos muy incómodos al estar con gente desconocida, lo que deviene en evitar las reuniones sociales. Todos estos hábitos despiertan en nosotros sentimientos de pérdida de la identidad, insatisfacción vital, muy baja tolerancia a la crítica y la frustración, y falta de autenticidad.

El miedo al rechazo, además, puede jugarnos una mala pasada en el marco del noviazgo o el matrimonio. ¿Cómo sostener una relación armoniosa si todo el tiempo pensamos que nuestra pareja nos va a abandonar, o que no nos quiere lo suficiente? Tarde o temprano, el vínculo se desgasta.

 

Momento de cambio

El primer paso es aceptar el miedo. Invertir el pensamiento y dejar de creer que no podemos. Romper los prejuicios sobre nosotros mismos, y darnos una oportunidad para demostrarnos que, en vez de huirle a los problemas, es mejor enfrentarlos y solucionarlos como cualquier persona. Esa seguridad es la que nos va a dar el impulso para animarnos a nuevas experiencias, y el éxito en ellas, a su vez, aumentará la autoconfianza.

 

 

 

Algunos pasos, con el fin de sacar todo lo bueno que tenemos para brindar, son:

 

1.       Conocernos mejor

Al reflexionar, podemos descubrir que el miedo al rechazo no es el resultado de los juicios de los demás, sino de los que hacemos sobre nosotros mismos. Nos enfocamos en nuestros defectos y complejos, y pensamos que todos van a despreciarlos. Pero, ¿quién se está rechazando en primera instancia? Nosotros mismos, desde el interior. Es importante vencer los prejuicios sobre uno mismo, para superar los temores y ganar seguridad.

2.       Errar es humano

El miedo al fracaso anula la posibilidad de asumir un desafío. Por un lado, dejamos de aprovechar una nueva experiencia y, por otro, perdemos la oportunidad de aprender de los errores, en caso de que los resultados no sean los esperados. ¡Nadie nació sabiendo! Hay que tenerlo en cuenta, para desarrollarnos sobre la base de prueba y error, sin importar cuán bien o mal nos vaya en el intento.

3.       ¡Acción!

Cuanto más actuemos, más nos desprenderemos de los fantasmas de nuestra mente. Por eso, cambiar horas de pensamiento innecesario por horas de acción constructiva nos va a llenar de energía para animarnos a ser nosotros mismos, frente a cualquier persona y situación.

 

A modo de conclusión, es positivo pensar en todo lo que nos podemos perder por el temor a ser rechazados. Hay que cambiar de actitud y animarnos a vivir plenamente, siendo como somos, sin engañarnos, ni pretender hacerlo con los demás.Y

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