sábado, 3 de agosto de 2013

LA PRESENCIA DE DIOS


LA PRÁCTICA DE LA PRESENCIA DE DIOS

El secreto de la sencillez

¿Cuál es el secreto para simplificar tu vida? Es simplemente ésta: Pon a Dios primero en todas las cosas y todo el tiempo. Cuando Dios es tu deseo más grande y la voluntad de Dios es tu mayor prioridad, todo lo demás cae en su sitio. Sin esfuerzo ni desorden.

Dios primero

Esto fue lo que el Maestro quiso decir cuando dijo: “Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (Mt 6:33). Busca el reino interno de Dios, donde la fe, la esperanza y el amor prevalecen y las cosas externas por las cuales tendemos a preocuparnos, nuestras preocupaciones físicas y materiales, serán satisfechas a medida que surjan, así como Dios provee por las aves del cielo y los lirios del campo.

Sin embargo, para que este secreto sencillo obre plenamente en nuestras vidas, debemos poner a Dios primero en todas las cosas, todo el tiempo. No solamente cuando tenemos una gran necesidad por algo o en momentos ya reservados para Dios tales como el servicio del domingo o dar gracias antes de las comidas, sino durante todo el día, todos los días.

Practica la Presencia

Ésta es la esencia de la “práctica de la presencia de Dios”, una disciplina espiritual originada por el Hermano Lorenzo, un humilde monje Carmelita de la Francia del siglo XVII.

Durante sus 40 años en un monasterio, sirviendo más que todo como cocinero, el Hermano Lorenzo descubrió cómo poner a Dios primero en todo, no solamente durante las oraciones y rituales monásticos, sino también en la cocina, en sus conversaciones con otros, en sus escritos y en todos los otros aspectos de su vida. El resultado fue una vida sencilla de gran gozo y satisfacción… con Dios como centro.

Éstos son los tres pasos básicos para practicar la Presencia de la manera como lo hizo el Hermano Lorenzo:

  1. Recordar que Dios está siempre presente y disponible para prodigarnos con amor. “Dios tiene tesoros infinitos que conceder”, escribió el Hermano Lorenzo. “Cuando Dios encuentra un alma penetrada con una fe viva, vierte Sus gracias y favores tan abundantemente que corren como torrentes”.

  1. Conversar con Dios tan continua e íntimamente como sea posible, más que todo en alabanza silenciosa y en agradecimiento por Su amor. El Hermano Lorenzo se refirió a esta actividad sagrada como “una conversación habitual, silenciosa y secreta del alma con Dios”. Esto le proporcionaba al monje tal gozo que a veces sentía la necesidad de controlar sus sentimientos dentro de los muros sagrados del monasterio.

  1. Entregar los errores a Dios tan pronto como estás consciente de ellos, y luego hacer la firme resolución de hacerlo mejor la próxima vez. El Hermano Lorenzo nunca malgastó tiempo ni energía sintiéndose mal o castigándose por sus “pecados”. Él confiaba absolutamente en el perdón y la gracia de Dios para ayudarlo a mejorar. Y así lo hizo.

Todos nosotros podemos hacer lo que el Hermano Lorenzo hizo: Simplificar nuestras vidas con Dios. “Los que buscan a Jehová no tendrán falta de ningún bien” (Sal 34:10), dijo el Salmista. Cada vez que tengamos nuestra atención centrada en Dios —no en los problemas que tenemos por delante— nuestras prioridades se hacen más claras, nuestras respuestas llegan y las dificultades se resuelven. Cuando ponemos a Dios primero, cuando practicamos la Presencia, no nos falta ningún bien.

La llave de oro

Otra práctica sencilla que ha ayudado a miles de personas a resolver dificultades y a encontrar armonía y felicidad en sus vidas es llamada “La llave de oro”, esta técnica espiritual fue presentada por Emmet Fox en un folleto de Unity del año 1944.

La llave de oro es la sencillez misma. Todo lo que tienes que hacer es esto: “Deja de pensar en la dificultad, cualquiera que sea, y en su lugar piensa en Dios”. Con nuestros pensamientos en Dios, los problemas se resuelven y las respuestas surgen, casi por arte de magia.

Para quienes tienen problemas soltando un problema, Emmet Fox sugiere el uso repetido de afirmaciones —frases de Verdad absoluta— para tratar de eliminar la resistencia en poner el problema al cuidado de Dios. A continuación dos de las afirmaciones más sencillas:

Dios me guía ahora.

Dios está conmigo.

Simplificar tu vida con Dios es fácil en sí mismo, increíblemente fácil, especialmente cuando estamos acostumbrados a llevar una vida complicada, a tener que resolver todo por nosotros mismos y a forzar nuestras soluciones miopes. La verdadera llave de oro aquí es dejar que Dios lo solucione, dejar que Dios haga el trabajo pesado mientras nosotros cooperamos según la guía que recibimos en oración. Como dice la frase: “Dejar ir y dejar a Dios hacer”.

Afirmación:

Me deleito en la sencillez y plenitud del amor de Dios, y enfrento cada día con serenidad y confianza.

 Así que ahora mismo —antes de que tu vida se complique demasiado de nuevo— comprométete a practicar la presencia de Dios a tiempo completo. Pon a Dios primero en todo: en tus pensamientos, en tu trabajo, en tus relaciones personales. Dios siempre permanece contigo, así que haz lo mejor que puedas para permanecer siempre con Dios.  

Y cuando surja un reto, como seguramente sucederá, estarás listo para las soluciones divinas con tu propia llave de oro. Simplemente. Con Dios.***

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