Aceptar la
muerte de un ser querido o una ruptura afectiva es un proceso doloroso, pero necesario para seguir.
Ante la muerte de un ser querido, una ruptura sentimental,
la pérdida de trabajo, situaciones de cambio en la vida –a veces abruptas-
aparece un tránsito inevitable: ‘el duelo’.
La reacción ante esto
puede ser muy diversa, no todos reaccionamos de la misma forma. Es una
experiencia singular, un desafío, una verdadera batalla interna con gran dolor
psíquico, que implica un tiempo propio, que depende de la intensidad de la
experiencia con el ser o la situación
desafortunada.
La pérdida desencadena reacciones emocionales que intentan
restaurar la figura desaparecida.
Cuando la elaboración es insuficiente y se mantiene en el
tiempo puede llevar una cronificación
del sufrimiento psicológico.
El que lo padece, se entrega al principio a la
desesperación, a la tristeza y a sensaciones de angustia. Pueden aparecer inhibiciones,
trastornos psicosociales, pérdida de la capacidad de amar, compulsiones y
diversos tipos de psicopatologías. Recuerdo una frase: “En el cuerpo es donde
duele el duelo”.
Frente a la situación traumática, el primer mecanismo que
tiene la persona es la regeneración. En casos extremos: el rechazo. Por
ejemplo, el estado melancólico que conlleva a la disminución del amor propio,
con autorreproches y acusaciones. Es la sensación de una herida que no sana,
producto de dicho rechazo. Se siente un “lleno de vacio”.
“La inclinación a no
computar la muerte en el cálculo de la vida, trae por consecuencia muchas otras
renuncias y exclusiones”, decía Freud. Según las expresiones del duelo, podemos
observar con qué recursos psíquicos originarios cuenta el sujeto frente a ese
vacío que la pérdida ocasionó, ya que hay pérdidas
constitutivas y estructurales en nuestro psiquismo desde la más tierna
infancia.
Cuando en la consulta se trabaja con un duelo, se trata de
saber qué se perdió (además de la
pérdida real) en esa pérdida. Ahora bien: para que se pueda tramitar un duelo
normal, primero hay que localizar la falta , nombrarla, aceptar que algo se ha
perdido, no renegar de ello.
En todas las culturas, nos encontramos ante la muerte, con
innumerables formas de ritos funerarios como un modo de escenificar su aceptación. Esto ayuda a ubicar una marca
que señale el antes y el después. Además, es muy importante tener en
cuenta el momento subjetivo en que la
pérdida acaece, y observar el entorno familiar y social que propicie o perturbe
tramitar la ausencia o el cambio.
El trabajo y la
función del duelo es una reorganización psíquica, no es una sustitución de un
objeto por otro, sino un cambio de objeto en si mismo. O se renueva el lazo con
el objeto perdido o se permanece en la angustia y el sacrificio, es decir, en
la locura, la enfermedad mental y … algunas veces , física.
Psicoanalista Alicia Díaz Farina
No hay comentarios:
Publicar un comentario