martes, 11 de junio de 2013

Pensamiento


EL PENSAMIENTO

Por Gary H. Jones

    El pensamiento es un gran instrumento que Dios nos ha dado. Este instrumento nos sirve de dos maneras. Primero, nos permite liberarnos de toda creencia, limitación, condición, enfermedad, temor, disposición de ánimo o circunstancia que podrían obstaculizar temporalmente nuestro crecimiento individual. Segundo, el pensamiento ayuda nuestro desarrollo espiritual.

    El pensamiento es nuestro acceso directo a Dios. Llegamos a Dios al usar técnicas como la oración, meditación, negación y afirmación, visualización y la forma más profunda de oración: el silencio. El pensar es, además, la manera de manifestar lo que deseamos añadir a nuestras vidas y de cambiar en alguna forma lo que debemos cambiar, o eliminarlo del todo.

Nuestro carácter divino

    La habilidad de la humanidad de pensar tanto racional como imaginativamente caracteriza su lugar único entre las formas de vida en el mundo. No sólo tenemos la habilidad de pensar, sino que lo que pensamos nos vincula a un proceso automático que manifiesta aquello en lo que hemos pensado en forma externa.

    El pensamiento es una espada de dos filos. Esto, es, si nos preocupamos sobre lo que podría sucedernos al visualizar todo clase de imágines negativas, éstas pueden mantenernos en cierta servidumbre temporal. Somos liberados de ese cautiverio solamente cuando cambiamos nuestras normas e imágenes de pensamientos a normas más constructivas y de naturaleza divina.

    Se ha descrito el alma como un eje. Es decir, el alma (la combinación del pensamiento y el sentimiento) funciona como el gozne de una puerta. Ella puede volverse a nuestro interior –al Cristo en nosotros– para obtener una imagen verdadera de lo que somos y luego expresar ese conocimiento al mundo que vemos fuera de nosotros para manifestar armonía y curación. Por otra parte, el alma puede elegir mirar a lo externo y ver las apariencias de dualidad, enfermedad, pobreza y lucha y hacerlas nuestras.

Los pensamientos que sostenemos en la mente…

    Una enseñanza que ha estado en la conciencia humana desde la época en que los humanos primitivos pudieron reflexionar acerca de su realidad es que los pensamientos que sostenemos en la mente producen según su género. Sencillamente, esto quiere decir que aquello en lo que concentramos nuestros pensamientos y creencias de algún modo tomará forma en nuestras vidas.

    Esto nos lleva, también, al adagio de que nada nos sucede a nosotros que no sucede primero en nosotros. En otras palabras, compartimos una responsabilidad por las cosas que nos suceden. Este hecho, también, nos asegura de que si fuimos parte de la creación del problema, también tenemos el poder de cambiarlo.

    Una de las pocas cosas que Jesucristo requirió de los que iban a Él por curación fue que ellos creyeran. Cuanto más podamos creer en lo que deseamos –ya sea curación, armonía, prosperidad, o paz– y cuanto más alentemos nuestras creencias, más rápidamente manifestamos nuestro bien.

    El pensamiento guiado por la presencia del Cristo en nosotros puede levantarnos de cualquier condición y otorgarnos cualquier deseo de nuestros corazones. Dios nos provee la abundancia del universo, y nuestra labor es hacer surgir el bien, ¡el bien absoluto!, que ha sido siempre el deseo de nuestro Creador para nosotros. ÿ

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